Cuando
hacíamos bachillerato elemental estudiábamos durante el curso
con el maestro de primaria y en junio íbamos a la ciudad a
examinarnos.Que martirio era
esto!Llegábamos al instituto donde nos iban a pasar las
pruebas(teníamos entre 10 y 14 años), eramos muchísimos, a la hora
entrabamos en el aula, dos o tres profesores muy serios y con cara de
malas pulgas nos decían las normas, después nos daban los folios
con las preguntas y ya no se oía ni una mosca.Silencio.A
pensar y a contestar lo que se sabia.A veces, los que
cuidaban, descubrían a alguno que copiaba del vecino o de” una
chuleta”.Le quitaban el examen y fuera....¡suspenso!. Cuando ya
habías terminado(lo mas tarde cuando había pasado la hora)entregarlo
a uno de los profesores, salir, …...y esperar al próximo examen.De
normal eran dos días seguidos.Lo
pasábamos muy mal.
Si que era un martirio, pero sobre ese miedo a lo desconocido (instituto, momento de exámen y profesores desconocidos, etc) estaba el madrugón, el viaje a Torreblanca en taxi o en moto con papá, el autobús a Castellón (nos mareabamos) y llegar a lo desconocido porque éramos de un pueblo muy lejano a todo. Ir al exámen era una odisea.
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