Cuando era pequeña íbamos al pueblo a
llamar por teléfono. Allí había una centralita con dos o tres
cabinas y una telefonista (con auriculares y un montón de cables)
que nos comunicaba con el número de teléfono que deseáramos.
Después, según el tiempo que habíamos hablado nos cobraba. Si
teníamos que avisar algo muy urgente y la persona a la que queríamos
comunicárselo no tenía teléfono, mandábamos un telegrama.
¡¡¡¡Vaya
una diferencia!!!!
Todo lo de antes parece anticuado, incluso lo de hoy puede parecer tan diferente como una máquina de coser a un marciano ... (ocurrencia sin justificar).
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