Tuve
un profesor(no se si era simplemente de Religión o
de Filosofía de la Religión) que
era malísimo.No
porque lo que enseñaba no lo hiciera bien, sino como nos trataba.Era
un cura.Muy
alto.Y
delgado,
muy delgado.Mayor.Nosotros tendríamos entre 16 y 17 años.No eramos niños.Pero cuando
entraba en clase nos poníamos a temblar.Abría su
agenda ,donde estaban todos nuestros nombres, y
comenzaba......”Maria......”Suspense …..”(porque a casi todas
se nos podía poner el María delante del nombre).Despues de una
pausa llena de tensión venía el nombre.Uffff...Algunos
descartados.Y por último el apellido.Con los chicos era casi igual
porque muchos empezaban su nombre con José o Juan.Relajación
para los no elegidos.Sudores
para la pobrecilla
víctima.He de añadir que el muy enrevesado,no se
limitaba a preguntar cosas del temario, sino tambien otras en las que
hacía caer.¡QUE
ALIVIADOS ESTUVIMOS CUANDO
YA NO LO
TUVIMOS!
Hay profesores que dejan mala huella en nuestro pasado, este es uno de ellos.... pero hay otros que nos clavan sus enseñanzas como a fuego y las llevamos siempre presentes.
ResponderEliminarDesde luego que un mal profesor quita las ganas de estudiar, quita el entusiasmo en esa materia. ¿Qué habrá sido de ese miserable?.