Cuando
hice primaria, mi maestra se llamaba Doña Pepita.
Yo tenía la costumbre-manía de arrancar la hoja cuando algo me
salía mal. Claro, después de poco mi libreta se componía solo de
un par de hojas. Una vez, como escarmiento, Doña Pepita me colgó un
letrero en la espalda que decía: “no arrancaré más hojas de mi
libreta".
Lloré y me enfadé, pero después
de un rato se me olvidó que llevaba el letrero. Mi
maestra me mandó a la clase de los chicos para llevar unos
papeles al maestro. Y yo, tan contenta por ser la elegida, allí que
me fui. Entré en la clase. Me dirigí a la mesa del maestro. Y
…..¡Que vergüenza pasé cuando todos empezaron a reir y me dí
cuenta del porque!Si
después de esta experiencia dejé de arrancar hojas, no lo sé.
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