Hemos
creído en los Reyes Magos mucho , mucho tiempo.
Primero escribíamos nuestra carta. Después la entregábamos. Mis
padres lo hacían muy bien para que no nos enteráramos de “la
verdad”.Por la noche dejábamos nuestros zapatos bien lustrosos en
el balcón. Dentro poníamos lechuga para los camellos. Y a la mañana
siguiente allí estaban los regalos. Alguna vez me levanté por la
noche a ver si estaban, pero nunca los pillé. No eran grandes
regalos(la mayoría cosas útiles)pero ¡nos
hacía tanta, tanta ilusión!Cuando otros niños nos
decían que eran los padres ,nos enfadábamos con ellos.
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