En
una de tantas salidas a los arrozales cerca de
nuestra casa, cogimos una serpiente y la medio atontamos (¿o
matamos?).La cuestión es que la colgamos en un palo y la
llevamos a casa para enseñar nuestro trofeo de caza. Mi madre estaba
haciendo la siesta y nosotros entramos con la serpiente a la
habitación. Se la pusimos delante mismo de su cara y dijimos
orgullosos:”¡mira que
serpiente hemos cazado!”.¡Casi
le da algo del susto!. No volvimos a hacer nada igual..
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