Muchos
niños tienen su peluche del alma. Lo tienen en la cama para
dormirse, en momentos de tristeza y también de alegría. Uno de mis
nietos tenía un mono. Un mono con una cola muy larga que se la
entrelazaba entre sus deditos. Asi se dormía. Dulce, muy dulce. Una
vez que fuimos a pasear y el se lo llevó en sus brazos ….al volver
a casa ya no lo tenía. Oh nooooooo!.Sabíamos que cuando fuera la
hora de irse a dormir lo echaría de menos.....MUCHO. Aquí empezó
una acción contra reloj. Unos fuimos a recorrer el mismo camino que
habíamos andado para ver si lo veíamos y otros a la ciudad mas
próxima a las tiendas para ver si encontrábamos otro igual. Ni un
mono como el que buscábamos.Tampoco lo encontramos en la calle. Última solución fue comprar un osito
con un toque parecido. Ya en casa recortamos una tira de froté y la
cosimos en su colita corta.Ya con peluche con cola larga, a esperar
que pasaba cuando fuera la hora de ir a la cama. Por suerte lo acogió
como suyo. BIEN! Desde entonces al peluche le llamamos “monoso”y
ahora todavía lo conserva como recuerdo.
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